martes, 26 de febrero de 2013

¡EL PODER DE LA ALABANZA!


TEXTO BÍBLICO: Salmo 32,18."Pero el Señor cuida siempre de quienes lo honran y confían en su amor para salvarlos de la muerte y darles vida en épocas de hambre"

REFLEXIÓN. La alabanza atrae la protección de Dios. Cuando alabamos al Señor, somos cubiertos por su Fuerza Protectora. Cuántos testimonios hemos escuchado sobre la protección de Dios por medio de la Alabanza.

Recuerdo que un joven comentaba alguna vez en su testimonio que a medianoche se había despertado. Y sintió la necesidad de alabar a Dios, porque Él iba a librar de la muerte a otro joven de su ciudad. Nuestro muchacho alabó con fuerza al Señor durante varias horas.

Posteriormente, a lo largo del día, cuando nuestro joven orante se dirigía a su trabajo, fue asaltado por un par de individuos quienes amenazaron con matarlo. El muchacho oró mentalmente con fuerza y sus agresores, aunque le dejaron sin un centavo en su bolsillo, le respetaron la vida.

¿De qué peligros y situaciones complejas podríamos estar siendo librados? ¿Cuántos testimonios de protección de Dios no se cuentan, porque sencillamente no percibimos los peligros que Él conjura?

No sólo alabar sino también confiar a Dios es lo que confiere Su Protección.

Paralelamente, éste versículo reza que la Alabanza da vida en épocas de hambre. No sólo hambre física (dicho sea de paso, no he conocido a ningún discípulo genuino del Señor, con ausencia de lo necesario para vivir)... sino hambre espiritual. Tanta hambre, tanta sed espiritual que contemplamos día a día... pues la Alabanza mitiga la sed de Dios.

¿Tienes hambre de Dios? ¿Tienes sed de Dios? Alábalo más y tu hambre y tu sed serán mitigados.

TAREA DEL DÍA: Hoy haremos un listado de todas las cosas por las que debemos estar agradecidos con el Señor.

OREMOS JUNTOS: Señor, Vela con amor constante sobre tu iglesia, edificada en la debilidad humana, y pues sin ti la naturaleza mortal sucumbe, que tu protección la preserve siempre del mal y la encamine por las sendas de la salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.

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