domingo, 19 de enero de 2025

Recibir al Otro es Recibir a Dios: La Esencia de la Hospitalidad Divina

 «El que los recibe a ustedes [mis discípulos, mis amigos], me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió [Dios]» (Mateo 10, 40).

En este versículo de Mateo, Jesús habla directamente a sus discípulos, explicándoles una verdad esencial: cuando alguien los recibe y acoge, en realidad, está acogiéndolo, y, a través de él, al Padre que lo envió. Esta enseñanza es mucho más que un mensaje de cortesía o una invitación a la hospitalidad. Jesús revela un principio espiritual profundo: recibir al otro, especialmente al que viene en Su nombre, es un acto de comunión con Dios.

Hoy, esta enseñanza de Jesús sigue viva. Nos recuerda que cada persona que encontramos en el camino lleva algo de Dios. En cada rostro, cada historia y cada necesidad, está presente una oportunidad de servir a Cristo mismo. Este versículo nos invita a ver al otro con una mirada de amor y respeto, sin importar quién sea. Así, recibir a alguien en nuestra vida, con un corazón abierto y una disposición genuina, es una manera de honrar y recibir a Dios.

Para ilustrarlo, te cuento una historia. Un anciano misionero que vivía en una aldea solitaria recibía siempre a los viajeros que pasaban, ofreciéndoles comida y refugio. Un día, una familia llegó a su puerta buscando ayuda. El anciano no solo les dio albergue, sino que los trató como a sus propios hijos. Años después, uno de esos niños regresó, ya convertido en un hombre de bien, y le dijo: "Nunca olvidaré cómo me recibiste sin preguntar quién era. Ese día, para mí, tú fuiste como un ángel". Al final, el anciano entendió que, en su pequeño acto de acogida, Dios se había hecho presente.

Cada día, tú y yo tenemos la oportunidad de ser ese anciano. Hoy, recibe a alguien en tu vida con un corazón abierto, sin juzgar ni esperar nada a cambio. Quizás en esa simple bienvenida, estés recibiendo mucho más de lo que imaginas: estés recibiendo a Dios mismo.

Julián Humberto Ramírez Urrea

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